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Pulsiones del polimórfico D’Agata


Pulsiones del polimórfico D’Agata

Entrevista con Antoine D’Agata

Por Majo Martínez

“Un americano con leche para mí”, pidió justo antes de que comenzara nuestra charla. Era la primera vez que lo conocía en persona. Había imaginado que si algún día compartiéramos una entrevista y él pidiera un café (en el lobby de un hotel de la Ciudad de México donde se hospedaría) lo pediría completamente negro. En ocasiones el prejuicio nos empuja a hacer un símil entre el café negro y las personalidades que imponen, como si la forma en la que prefieres beber el café condicionara las virtudes o secretos de tu naturaleza humana; prejuicio al fin y al cabo. Aquel día la charla comenzó con un café “blanquedo” para él y un simple americano para mí. Antoine D’Agata (Marsella, Francia, 1961) se encontraba en México para inaugurar su exposición “Códex. México 1986-2016” en el Centro de la Imagen bajo la curaduría de Tanya Bohórquez (Oaxaca).

Para algunos, Antoine D’Agata es quizá el enfant terrible de la fotografía, rodeado siempre por temas polémicos como las drogas, el sexo, la prostitución… por lo oscuro y violento del mundo. No sólo documenta estas realidades, él las vive; no sólo retrata a las mujeres de sus imágenes sino intercambia experiencias sexuales con ellas, pensaba mientras lo miraba. “Era y sigue siendo mi forma de habitar el mundo, de ser parte de él”, dijo como si se hubiera adelantado a lo que estaba por preguntarle.

Comenzó su trayectoria fotográfica a los 35 años cuando estudió fotografía en el Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York, sin embargo su viaje personal inició mucho tiempo atrás. A los diecisiete el fotógrafo marsellés salió de su casa y comenzó a vivir en las calles. “Un mundo de drogas y abuso. Había mucha heroína en las calles de Marsella. La calle y la vida me tomaron. Empecé con las drogas… me di cuenta de que el SIDA fue determinante de nuestra generación y la destruyó. Hui a Londres en donde viví en casas okupas anarquistas durante dos años”, quizá le sirvió de guía la experiencia de las decenas de filósofos y pensadores anarquistas franceses que vivieron en exilio británico después de un periodo de crisis en Francia. Antoine relata que fue en este momento cuando comenzó a involucrarse en asuntos políticos, en la ‘anarquía’, subrayó. Drogas y política marcaban los polos de su vida diaria.

Hablar con él aquel día se sintió honesto desde el primer minuto. Me contó de cómo continúo con las drogas, la forma en cómo entraba y salía de aquellas realidades, de los excesos y no sólo los del tipo narcótico. “Un día para escapar de todo eso me fui un año viajando a Perú, luego a México… descubriendo la vida, el mundo y la gente. Tenía hambre de conocer gente REAL, quizá por mi educación religiosa o política, no lo sé… pero tenía esa necesidad. De compartir con la gente, (de sentir) empatía extrema, al nivel de la locura –mucho exceso–, necesidad de compartir las ideas políticas, en Nicaragua por ejemplo con la revolución sandinista. Exceso narcótico, exceso de la vida, de la rabia, una rabia que hasta hoy perdura. Y todo eso me tomó tiempo”. Y fue tiempo real, no sólo en sentido metafórico: haciendo una recapitulación cronológica Antoine dejó su casa a los 17 y llegó a Nueva York a los 31.

En el entremedio me contó que viajó con un amigo fotógrafo a México: “Raphaël tenía SIDA. Nos conocimos en la escuela en Marsella. Era su último viaje, sabía que era el final. Recuerdo que tomaba fotos sin parar, yo no entendía porqué tomaba fotos de esa manera. La necesidad, pensé. Era documentar su manera de estar en el mundo, comprometido con el mundo, más vivo. Fue entonces cuando yo empecé a hacer foto, no desde lo profesional o lo estético, sino de estar adentro del mundo; apropiarme de él”.

Su naturaleza nómada lo reclamó después de sólo un año de permanecer en Nueva York haciendo fotografía, fue entonces cuando regresó a México. “Desde entonces no había ningún deseo profesional sino una manera de vivir más intensa. Utilicé la fotografía como una herramienta para hacer eso. Hoy enseño a los fotógrafos jóvenes que se trata de aprovechar la fotografía para sacar lo que tienes dentro. Después de un año en México, de definir y descubrir una posición, estaba en contra de construir otra cosa que no fuera mi propia existencia. Para mí era una posición muy pura: nada menos que la existencia y la experiencia. Tuve que aprender a ser muy humilde, olvidarme de la perfección en la vida”. Y tuvo que aprender a escuchar, a hablar, a construir, cometer errores y a contar “la historia del otro”, dijo. “Es una de las ocupaciones más antiguas la de contar una historia para compartir con el otro tus experiencias, tus actitudes, tus dudas… es una manera de vivir con los otros”.

A los 38 años regresó a hacer fotografía (1997) y realizó su primer libro con imágenes que había experimentado en México. Y se habla de “experimentar” porque lo que Antoine hace es vivir la experiencia y como testimonio de ello obtiene una imagen.

Durante la entrevista procuré no apartar la vista de su rostro, salvo cuando pidió un segundo café y terminé por observar sus manos que permanecían quietas recargadas en sus muslos. Vi sus ojos y hubo un breve silencio. La entrevista respiró y comenzó a quebrarse en temas, las muchas formas, sus capas. Hablamos de sus miedos, del amor, del deseo, de lo que soñaba (y quizá aun sueña) por las noches. De aquella segunda media hora transcribo exactamente las palabras de Antoine.

Pulsiones

El ser humano social tiene dos responsabilidades: (la primera) mirar el contexto, analizarlo y entenderlo, político, económico y social. Entender de qué está hecho el mundo. Trato de entender dónde vivo, fotografío como puedo la guerra, la migración, la política, la historia, el humanismo, la violencia, lo hago con una fotografía consciente.

La segundo es entender desde lo íntimo, lo personal, fisiológico, emocional, o animal cómo vas a jugar en ese contexto, me refiero a una perspectiva existencialista y ateísta de la vida. Decía Francis Bacon que “lo que hago no es describir el horror del mundo sino definir mi miedo enfrente del horror” y yo tuve que definir esa posición pues está hecha de lo que viví y lo que compartí; drogas, amor, rabia, y tuve que vivir a la altura de esa convicción.

Cuando dejo de pensar lo reflejo en una fotografía muy inconsciente, muy instintiva, y me entierro en el mundo. Por eso mis imágenes están hechas durante el día y durante la noche; las dos caras de una misma violencia. En las imágenes de noche estoy rodeado de gente, empujando, es como un hambre de vivir dentro del mundo, de vivir la vida. El único método de vivir para mí es el exceso, sólo a través del exceso alcanzo el punto que considero como mínimo; la razón siempre te lleva hacia el confort, la protección… el exceso es lo único que te lleva bastante lejos. Mi método es donde intento ir cada vez más lejos.

Utilizo el miedo y el deseo para ir lejos. Cuando hay deseo pero no hay miedo sé que algo no está bien, trato de encontrar esa mezcla de ambos y entiendo que voy bastante lejos. En el riesgo es donde me cuestiono mi propio confort, mi propia seguridad, para sentir que voy explorando la vida y el mundo.

Realidad

Mi primer texto como fotógrafo pretendía cambiar –no el mundo social– sino la realidad del mundo porque creo que la realidad se ofrece en muchas maneras. Es nuestra relación con la realidad lo que define “la realidad”. Siempre me sorprende cuando veo el mismo lugar, misma situación y veo que mientras un hombre de negocios va caminando deprisa por la calle justo en la esquina hay una señora que vive en un infierno: es la misma realidad. Con tantos espejismos y perspectivas diferentes lo que conocemos por el término “realidad” es algo intangible, muy frágil.

Siempre trato de entender la realidad de los otros, a través de la fotografía intento imponer mi realidad porque quiero mostrar mi perspectiva, mi entendimiento de la vida, de mi mundo, de la realidad al mundo, pero al mismo tiempo no vivo solo, vivo con los otros y estoy muy hambriento de entender su sentido y su realidad.

Veo la realidad como algo muy denso, muy caótico, muy confuso…si no quieres vivir en una zona de confort tienes que confrontarla.

–Obviamente– bajo la influencia química, narcótica, cambia la percepción de lo que es real. A veces me pregunto: ¿esta realidad es mía?, ¿es tangible?, ¿es una consecuencia de mi exceso? Creo que la fotografía no está aquí para definir una realidad única o para imponer o explicarla. Utilizo a la fotografía como un método o una herramienta para cuestionar y hacer preguntas no para encontrar respuestas. Depende de la perspectiva. ¿Cuál quieres que sea tu realidad? ¿Cuál quieres que sea tu perspectiva? Esas contradicciones –tensiones de la realidad– ayudan aunque nuestra perspectiva sea muy frágil y muy torcida, subjetiva, extrema, ayuda a los otros a definir su propia realidad. No hay que buscar el punto perfecto hay que tomar riesgos para definir y cuestionar el entendimiento de otra persona.

Drogas

A veces piensan que voy por lo que me atrae… mi trayectoria comenzó en Marsella en los años 80, una realidad bastante fuerte: estoy hecho de eso, es mi manera de atravesar el mundo, esa lucidez extrema, esa influencia externa que cambia la percepción y el estado físico y mental, y esa intensidad es lo que busco, es una adicción porque no puedo vivir sin ella.

No consigo sobrevivir si no lo tengo porque he vivido toda mi vida en la intensidad, tanto que a veces me protejo en esa misma intensidad y siempre intento buscarla otra vez. Las drogas son una parte de mi estrategia íntima de supervivencia en el mundo. Las uso no para refugiarme sino para confrontar al mundo, tener acceso a cierto tipo de poblaciones en donde no lo habría, lo hago para entender al otro. El problema es que desde hace unos diez, quince o veinte años las cosas han cambiado mucho. La química y lo que antes era posible hoy es imposible; ahora la química es –extrema–, algunas sustancias son tan artificiales, tan fuertes, que son bombas; todo eso me ha dañado mucho. La mente se fue, el cuerpo se fue.

Alma

Me encuentro en un estado de dolor. En el cuerpo fisiológico, físico, en la columna, los músculos –quebrar–, esos años de abuso y exceso; la mente que agota, hay muchas fragilidades que son perceptibles casi invisibles como la paranoia, son síntomas consecuencia del mismo abuso.

Hay un quiebre emocional, el año pasado realicé un video de 4 horas en donde 24 mujeres con 14 lenguas produjeron 12 mil 875 frases, es tanta esa experiencia, es tanto compartir con la gente –su vida emocional, física– que todo eso al final me llena pero también me destruye porque absorbes el dolor y la miseria. Yo no soy como ellas porque voy y regreso, tengo libertad de movimiento. Lo que me salva es la vida física que decidí usar para contar esa historia porque quiero quedarme vivo.

Ellas se dañan desde adentro y eso también daña la mente.

Si tuviera que describirme me describiría como una persona en pedacitos… pedacito de vida, de amor, de horror, de lo que vi. Estoy hecho pedazos.

La historia más significativa que he retratado

No puedes comparar mi palabra con la de las mujeres allá afuera, no se trata tampoco de hablar de intensidad ni jerarquías, cada realidad es diferente porque cada historia es todo. Cuando yo pedía a la gente que me contara todo… una vez viví siete meses con una chica camboyana en un cuarto, lo muestro en mi libro “Ice”. En cada una de esas situaciones lo que hago es dejarlo todo, ir más allá de lo posible, más allá de lo razonable, más allá de lo normal lo aceptable. Por eso no puedo decir que una u otra historia es más importante porque cada historia lo es.

Lo que me interesa es vivir con la gente de la noche, en ese mundo desnudo donde ya no hay reglas, no hay humanidad, le mente está desnuda, los cuerpos son desnudos.

La última pesadilla

Lo recuerdo muy bien.

La primera fue hace dos años cuando tomé una substancia, no recuerdo el nombre –creo DCP, similar al Ayahuasca– en Georgia, EEUU. Fumé eso con los chicos de la calle y fue una pesadilla real con monstruos. Es el mismo componente químico que produce el cuerpo cuando está a punto de morir, en agonía, por eso la mente comienza a ir muy rápido con flashes de luz. Esa fue mi última pesadilla terrible aunque eso no es nada comparado con el presente, que está hecho de la realidad, del miedo después de años de mostrar la obscuridad. Ese miedo se difunde en todo el cuerpo y la mente, y es algo que me llena. Estoy hecho de ese dolor que está en mi ser, esa miseria, esa obscuridad que me come desde adentro y honestamente la realidad de mi situación normal de estos últimos meses es mucho peor que las pesadillas.

Amar en tiempo presente

–Qué palabra tan difícil–… bueno, no es que sea difícil es que amar lo es a veces, quizá por la educación religiosa que tuve… porque a los 15 años todavía quería ser monje, cura o lo que sea, y quería dedicarme y llenarme de la miseria del mundo y absorber. Yo pensaba que el amor, aunque es una palabra que nunca uso en mis textos –porque es una palabra demasiado connotada, llena de significados– es una palabra que no utilizo porque es peligrosa. Creo que toda mi trayectoria está hecha a partir de esa necesidad, amar sin condición, antes de entender, antes de todo, primero amar, porque amar es aceptar y absorber.

Hay una palabra que yo prefiero antes de amar y es lo contrario a “absorber” -en francés-, es “adsorption”. Sería para mí una versión más fisiológica y química del amor. Porque busco una manera de funcionar.

*adsorber: Según el DRAE, en física, atraer y retener en la superficie de un cuerpo moléculas o iones de otro cuerpo.

Durante los dos últimos años he compartido eso con una persona que hace algo todavía más fuerte: compartir lo cotidiano, la manera en la que sobrevives, es una línea muy loca. Porque la intensidad está hecha de mucha violencia, locura y hoy sé que hay una persona que comparte esa locura conmigo.

El peor miedo

Siempre dicen que la salvación son los otros y el infierno soy mi propio infierno, mi miedo más grande soy yo. Porque sé que después de esos 40 años en los que he atravesado la violencia y la oscuridad en el mundo, me doy cuenta de que estoy hecho de toda esa violencia y obscuridad, soy esa obscuridad, así lo vivo y así lo siento. Mi propia obscuridad me da más miedo que la de afuera, porque con la de afuera siempre puedes negociar o entender, convencer, seducir, hasta a veces puedes luchar fisicamente. Pero con uno mismo no hay estrategia posible porque eres tu propio enemigo. Hoy creo que mi peor miedo soy yo.

Magnum

Nunca acepté la agenda de Magnum, siempre luché contra eso. Siempre consideré Magnum no como un grupo al que pertenezca sino como un territorio ideológico y estratégico. Utilizo ese territorio para luchar e imponer mi propia perspectiva frente a otras diversas. Para mí es un territorio de lucha. No veo a Magnum como un grupo elitista a donde pertenezco sino realmente como la posibilidad de pelear una lucha ideológica. Para eso tuve que proteger todo el tiempo mi integridad inventando estrategias y narrativas de trabajo que se escapen a los usos de Magnum.

México

Tengo una relación muy fuerte con México. Esa relación es muy compleja. Fue mi primera tierra de descubrimiento, mi hito de la vida y del mundo. Llegué aquí con Antoine Artaud* [syc] y tuve ese entendimiento mágico de la tierra y de su gente, una maravilla de ver la magia en la realidad, y tenía una visión casi romántica, un poco ingenua de maravillarme… la cultura, la tierra, una necesidad tan densa, tan interna, tan característica, y me llené, me enamoré de esta tierra y de esta gente.

* En 1936 Artaud viaja a México y convive con los Tarahumaras. “Con los Tarahumaras uno entra en un mundo terriblemente anacrónico y que es un desafío a estos tiempos. Me atrevo a decir que es peor para estos tiempos y tanto mejor para los Tarahumaras”.

Con los años las cosas se hicieron más complicadas, más duras, más difíciles, la oscuridad se hizo más densa. Continué viniendo aquí cuando podía viajar acá, trabajé en el norte. Y aunque siempre defendí la violencia de aquellos que no tenían nada –porque la violencia es la única manera de imponerse ante la sociedad- me di cuenta de que necesitaban insistir, por eso necesitan de esa violencia. Pero hasta los dos últimos años cuando vine un par de veces más no conseguía entender ni compartir esa violencia. Era algo más allá de lo inteligible. Una violencia tan cruel y extrema, loca, que hace rato cuando me preguntaste de qué tenía miedo pensaba en entender esa violencia. Y tengo mucho respeto por los mexicanos porque siguen viviendo en una situación que para mí escapa del entendimiento.

En mi libro “Codex” muestro esa relación, es la historia a través de 5 o 6 viajes que incluyen momentos diferentes en la vida del país y mi trayectoria, son momentos en donde puedo ver mi relación con México. Mientras trabajaba en el penúltimo capítulo trataba de entender esa violencia; al final llegué hasta las morgues. El último capítulo está conformado por algunas imágenes de esos lugares, son imágenes que van más allá de lo que puedo hacer como fotógrafo y como ser humano, se acercan de una realidad a otra y hacia la violencia. Mi denuncia como fotógrafo y como ser social es decir que no sé hacia dónde va México.

Durante esos últimos treinta minutos aprendí a escuchar con los ojos y a hablar con la sinceridad que Antoine D’Agata me había mostrado. Desde entonces cuando ocasionalmente tomo un café americano con leche lo recuerdo a él y a su manera de estar en el mundo.

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Majo Martínez (Ciudad de México, 1988) egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM con especialización en Periodismo y Fotografía. Actualmente soy fotógrafa freelance, documentalista y productora de contenidos para la difusión de la fotografía en México. Pertenecí durante 4 años al equipo staff de fotógrafos de la Agencia Cuartoscuro, hoy en día colaboro para agencias nacionales e internacionales. He participado en las exposiciones fotográficas “Un instante” en Galería Punctum / Página en Blando (Octubre 2015), y dos exposiciones anteriores de “Mirar CO”, en donde los fotógrafos de la Agencia Cuartoscuro exhiben sus mejores fotografías del año. Diplomante en Fotografía Contemporánea por la Antigua Academia de San Carlos, 2017. Becaria del Programa de Fotografía Documental en el Centro de las Artes de San Agustín, Oaxaca, 2019.

Actualmente soy fotógrafa en Playboy México en donde todos los días descubro que las mujeres tenemos derecho a una sexualidad libre.

Creo en el amor, en la libertad, en las tormentas eléctricas que aclaran el cielo y en las imágenes de los poemas que aun no he escrito.

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